-Déjame hacerlo a mí.
-De ninguna manera... -hablaba muy despacio, casi susurrando, estaba absorto, completamente absorto, los ojos fijos en mi sexo.
Me besó dos veces, en la cara interior del muslo izquierdo. Luego, alargó la mano hacia la bandeja y cogió un bote de cristal color miel, lo abrió y hundió dos dedos, el índice y el corazón de la mano derecha, en su interior.
Era crema, una crema blanca, grasienta y olorosa.
Rozó con sus dedos mis labios recién afeitados, depositando su contenido sobre la piel. Sentí un nuevo escalofrío, estaba helada. Entonces pensé que quedaba todavía mucho invierno y que los pelos tardarían en crecer. No iba a ser muy agradable....
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