jueves, 25 de octubre de 2012

Las Correcciones /Jonathan Franzen

...En el dormitorio puesto de rodillas, le plantó los pulgares en los huesos de la cadera y le apretó la boca contra los muslos y luego contra la cosita: se sintió devuelta a la infancia, al mundo de los Grimm y de C.S.Lewis, donde un solo contacto podía transformarlo todo. Las manos de Don convirtieron su cadera en caderas de mujer, sus muslos en muslos de mujer, su cosita en coño. Ahí estaba la ventaja de ser deseada por alguien mayor que una: no sentirse tanto como una marioneta sin género, tener un guía que le enseñara las fincas de su propia morfología, descubrir su eficacia por medio de una persona para quien todo aquello no era más que lo justo y necesario. 
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