martes, 23 de agosto de 2011

El amante de Lady Chaterley

...Iba desnudo hasta la cintura, y sus calzones de pana verde le habían resbalado, dejando al descubierto sus estrechas caderas. Su espalda, blanca y delgada, se curvaba sobre un gran cuenco con agua jabonosa, en la que el hombre metió la cabeza, sacudiéndola en movimientos extraños y rápidos, levantando sus brazos blancos y flacos para quitarse el agua jabonososa de las orejas...Lo que tocó el útero de Connie fue el silencio y aquella especie de intemporal paciencia, de un hombre impaciente y apasionado. Eso lo vio Connie en la cabeza inclinada del hombre, en sus manos rápidas y calladas, en la flexión de su cintura delgada y sensible, en aquel aire paciente y retraído. Connie comprendió que la experiencia vital de aquel hombre había sido más profunda y más amplia que la suya, mucho más profunda y mucho más amplia, quizá letal. Y eso la libero de sí misma. Se sintio casi irresponsable.



...cuidadosamente, puso las mantas en el suelo, una de ellas doblada, a modo de almohada para Connie. El guadabosque se sentó en el taburete y atrajo a Connie hacia él, sujetándola con un brazo, mientras con la mano libre acariciaba su cuerpo. Connie sintíó la profunda y seca inhalación del hombre; en el momento su mano encontró lo que buscaba. Bajo la sutil enagua, Connie iba desnuda.

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