sábado, 21 de enero de 2012

ANATOMÍA DE UN ÁNGEL HEMBRA. Pedro Andreu Casabierta Editorial

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(Ángeles caídos a golfemia)

Blues Ville, 4:30 a.m

En los bares oscuros- las cavernas
De música en directo-, hechos de humo
y luz artificial casi penumbra,
a veces los solteros miran
a algún casado alegre.
Lo envidian un segundo y se imaginan
el roce confortable de unas sábanas viejas
-las de siempre-, el tacto de una piel
cómoda a fuerza de años de tocarla;
lo que espera a aquel hombre acompañado:
las mismas buenasnoches de otras noches,
el rito de tumbarse junto a alguien,
ese tranquilo aliento conocido,
las fotos aún de novios por la casa,
el perfume de sueños compartidos
que embriaga en la alcoba, las sonrisas…
Pero también las broncas imaginan:
los críos, sus caprichos, los proyectos
tirados al retrete por respeto a su esposa,
la desalmada hipoteca con los bancos.
Los casados a veces envidian un instante
También a los solteros.
Ven sus ojos con ganas de jugar a ser lobos,
la sonrisa veneno de palabras que aguardan,
la luna que les llama desde afuera,
el deseo en sus cuerpos de manada,
la aventura que empieza al cerrarse la noche,
las promesas que ofrece
la ciudad de los sábados.
Pero también observan
los platos sin fregar del mediodía,
el colchón desolado si no hay suerte,
los puñetazos de los años difíciles:
el paro, el desamor, el alquiler,
putas palabras rotas en un folio,
un mundo terrorista sin perdón,
mujeres que al marcharse
les cortarán los dedos
y quemarán sus almas como quien quema yerba.


(Llámalo Alquimia)

Prestidigitación de amor

Y fuimos al infierno artificial del amor.
Y hubo ángeles negros que castigó la luz
rebelde y húmeda de nuestras pieles juntas.
Pero nos daba igual perdernos: ni laberintos
infinitos, ni páramos de espadas oxidadas
podrían sujetarnos. En medio del destino
fuimos de carne y hueso. Sabíamos
que en menos de tres horas correría a llamarte
bajo el aguacero de una cabina roja,
y que vendrías tú a comer de mis manos
tu propio yo más íntimo y más crudo
hasta calarnos del todo y sobre un charco
quebrar nuestro reflejo, la noche de neón,
la arquitectura gótica y los gatos,
la realidad mediocre de los ciegos.
-Princesa de Tinieblas, vente pronto,
estás tardando demasiado, deja que lama
las costuras de tu alma de liebre
como se come un clítoris:
con la salvaje ternura de un lobezno.







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